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jueves, 5 de junio de 2014

Apunte de libreta 3

Ojala la luna saliera, las estupidas nubes no le dejaban ver nada; el cielo,  sus hermosas estrellas guia, la argentea luna, no se veía nada, solo grises nubes de tormenta en una fria noche de Abril. Pero lo peor de aquel cielo opaco era que no le ayudaba a sentirse mejor, el destino jugaba sucio, y justo cuando más apoyo necesitaba, cuando su mente estaba perdida y desorientada ...

En su juventud siempre que necesitó una respuesta la encontró en los astros, no era un supersticioso, ni creía en horóscopos o cartas astrales; Sus respuestas estaban claramente escritas en el cielo porque el sabía que todo en el mundo estaba conectado, y que los mensajes estaban donde el ojo experto los pudiera ver.
Pero por eso mismo los astros ocultos no eran más que una señal de su descontrol interno.

Le gustaba tener el control; no, no era un gusto, se trataba más de una necesidad. Y es que si no controlaba ... o al menos sabía lo que pasaba a su alrededor, ¿cómo podría analizar la situación y responder de manera racional?. Él era un ser metódico, calculador incluso hay quienes lo llamaban frío. En su mente cada segundo existían múltiples reacciones, posibles nuevos caminos a seguir, todo esto construido detalladamente recolectando la mayor cantidad de información posible, ya fuera preguntando (podía ser bastante molesto en ese caso), interpretando gestos, observando su entorno o simplemente recordando.

Es por esta razón que en situaciones como esa se sentía fuera de lugar, cuando tenía que confiar en alguien o simplemente dejar que las emociones tomaran el control de su vida era un total desastre, tanto así que en una conversación normal (y habitual además) solía recordar a quien quisiera oírlo que el corazón es un simple músculo y que no tiene nada que ver con la vida más allá de bombear sangre en el cuerpo.

Siguió caminando bajo aquel grisáceo cielo que cubría su ciudad, cada paso le dolía, le pesaba, cada dos o tres zancadas pensaba en dar la vuelta y correr, pero algo lo detenía algo no le permitía hacerlo. Una voz, un sonido tan común como ese lo desvelaba. Si aquella voz le hubiese ordenada saltar al vacío lo habría hecho sin dudarlo, era un sonido que lo envolvía y lo desarmaba con tal facilidad que no podía ignorarla. Cuando finalmente la voz le dijo que se encontraran en un mall no pudo contener sus emociones y salió corriendo a ver a su legitimo dueño.

Al final de la tarde consiguió dormir a su racional conciencia con unos tragos y llegó al lugar acordado sin importarle o no el control de la situación, el silencio de la luna o el vacío en su estomago, al responder su teléfono móvil y saludar a aquella mágica voz el cielo se despejó para permitirle ver la luna, solo en ese momento supo que debió huir desde el comienzo, cuando ya era muy tarde, solo lo supo cuando el amor lo alcanzó y todo lo demás se invalidó con sonrisas ... Solo días nublados lo acompañaron desde entonces igual, nada más le importaba.

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