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domingo, 24 de mayo de 2015

24 V 2015

Absurdamente cansado, así me sentía después de un agotador día de trabajo. Los minutos pasaban lentamente mientras regresaba por la autopista de camino a casa en el viejo automóvil de papá -Un chevrolet del 98 que aún se esforzaba por rendir al máximo y cuya pintura gris había visto mejores épocas-; el recorrido fue aburrido y monótono y me llevó por la parte marginal de la ciudad que ahora llamo hogar.

Esas zonas desoladas donde el campo aún resistía el impulso urbano le daban un merecido descanso a mi cerebro y la calma del momento me trajo tanto sueño como nunca antes había recordado tener. En algún punto, casi llegando a la zona suburbana, mi organismo se desconecto de este mundo dejándome botado sobre el volante mientras en algún lugar remoto un vaso se rompía contra el suelo.

Tal vez se pregunten cómo lo sé, y la respuesta es sencilla, mi mente no estaba en el viejo chevy gris de mi padre esa tarde. 20 kilómetros al oriente del choque aún estaba contemplando sus ojos verdes como si de eso dependiera mi vida, y tal vez fue así. Ese adiós había estado tan cargado de remordimientos y culpas que la hermosa Alice aún tenía en sus manos los dos vasos llenos de limonada y veía la carretera como si el verde de sus ojos tuviera el poder de detener el tiempo y evitar la marcha de este tonto que la amaba a pesar de las complicaciones laborales existentes.

Ella lo supo y soltó inmediatamente los vasos mientras corría buscando las llaves de su auto en el escritorio lleno de planos donde habíamos estado discutiendo sobre estructuras y soportes; que estúpido parece todo ahora, ella tenía razón, habría dado mi vida (si es que aún existiese la posibilidad de hacerlo) para que esas dulces esmeraldas pudiesen ver el paisaje sabanero cómo lo había diseñado en un primer momento.

Quise apresurarme al encuentro con mi cuerpo maltrecho, y arreglar las cosas para que mi bella Alicia no sufriera pero lo que me ataba a este mundo era su mirada y solo en ella podía existir. Cuando finalmente se bajó de su deportivo azul y vio a los paramedicos junto al que solía ser un cuerpo atlético derramó sus lagrimas contenidas llevándose consigo lo que quedaba de mi ser. Cuando la última de ellas recorrió su mejilla, dio la vuelta y regresó a trabajar en nuestro proyecto, con suerte yo viviría en él gracias a ella ... con suerte ella sería feliz de nuevo ... Con suerte ...




viernes, 1 de mayo de 2015

Error fatal en notas del cuaderno XD

"El amor no es ciego! eso son patrañas... el ciego es usted que sigue pensando que el amor existe Imbecil!."
Claudia con sus rizos oscuros alborotados por la ventisca miraba desafiante al pobre y atolondrado humano que había pensado en conquistarla con un piropo rebuscado y una mirada insinuante.

Como si Claudita fuera una mujer cualquiera, mejor aún (antes de que ella me golpee a mi) como si alguna mujer cayera ante tan humillante "intento de seducción" ... Pero lo importante en esta historia ni siquiera es lo que le dijo, o la forma en que el viento jugaba con el vestido rojo que la atrevida muchacha usaba con descaro en noches como esa, cuando la luna y ella se disputaban la atención de los soñadores.
Lo que es realmente importante es lo que pasaba por la mente de aquella doncella indómita, esa llama visible en sus ojos ámbar escondía en realidad una picada en su corazón ... o su estómago, donde fuera que se alojara tal molestia no la dejaba concentrarse en sus acciones, admirar el paisaje nocturno o simplemente evitar que el odio que sentía hacia el genero masculino se desbordara justo en ese momento.

Sí, era odio lo que sentía, porque sólo cuando has amado tan intensamente como para morir por ello es que entiendes lo que significa el odio en esa misma proporción, a fin de cuentas ambas son caras de una misma moneda llamada vida. Sus altos tacones resonaron al cruzar la avenida a paso apresurado (pero sin perder la clase por supuesto) buscando un taxi que la alejara de aquella zona concurrida y le permitiera llegar a casa a pelear con la luna, la almohada o su sombra.

El trayecto no tuvo importancia o perturbación alguna, el taxista parecía ser un hombre inteligente (¡un milagro!) y entendió tan pronto la vio subirse al auto que no necesitaba conversación, y que mientras más rápido se deshiciera de ese demonio más tranquilo estaría su corazón. Al llegar a su apartamento en el tercer piso de una torre como cualquier otra en el centro de su ciudad natal, Claudia se quita su majestuoso atuendo tras encender la calefacción y se sirve vino; día largo, decepciones amorosas y humillación nocturna no ayudan a que su vida sea fácil; pero una copa de vino y un poco de Hemingway le sacan una tímida sonrisa bastante rápido.

Así es como un día debe acabar: a solas en la intimidad de su paraíso de libros y vinos, sin nadie que le moleste. Así es como pasa sus días una doncella salvaje mientras poco a poco pega los trozos de su roto corazón.  Al carajo el amor, sea ciego o no... al carajo la vida si te hace alejarte de la felicidad sin sentido...

Sketches facebookeros

"-¿Por qué nunca hablamos del amor?...
cómo es que eres un poeta y hablas de la vida, que reímos y charlamos sobre todo un poco, ¿cómo carajos es que jamás hemos hablado de amor?
-¿En serio ves la necesidad de hablar?
Porque si es así no hay amor del cual hablar, si no lo entendéis ... sólo olvídalo, ¿querías poesía?...
Te regalo un lírico adiós que al final de cuentas es lo que nos merecemos..."

"Oh, el amour...
Tan esquivo y lastimero como siempre.
Tan soñado e ilusorio, tan fastidioso y cansino.
El amor es casi como tú, que pareces habitar solo en mi mente.
Amor ingrato y poco real, amor lejano y triste.
Amor efímero y bello.
Espero enamorarme de nuevo, tal vez de tu sonrisa...
Sonrisa esquiva y lastimera..."

"¿Y si ignoramos a los demás? ... ¿que tal si escapamos?, al bosque o la montaña; el mar o la ciudad ... escapemos y olvidémonos de todo.
Embríagate con mi locura y sonríe un poco conmigo, es todo lo que yo te pido"