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sábado, 31 de enero de 2015

Cuestión de sentir

Un día lluvioso de abril, de esos en los que las calles bogotanas se llenan de charcos donde los niños saltan y salpican, alguien me preguntó en alguna discusión sin sentido que pensaba yo sobre el amor. Lejos de darle la seriedad que tal cuestionamiento merece me encontré a mi mismo repitiendo un discurso patético sobre los ideales humanos tomado quizás de mi madre, de un amigo o una comedia romántica; y sellé el asunto con un "igual no importa mucho" que en ese momento pareció justificado y que nadie se atrevió a refutar. 

Hoy, meses después de aquel momento, he vuelto al lugar donde discutimos al respecto y la lluvia se asoma con timidez tentando al recuerdo y avivando mi memoria, invitándola a iniciar el complicado juego de reinventarse las cosas, de repensar lo establecido y de modificar los recuerdos. Hoy culpo a esa misma lluvia por mi falta de profundidad al hablar sobre ese tema, hoy me culpo a mi mismo por permitirle afectarme de esa manera.

Hoy descubrí que estoy enamorado, que mi discurso ecléctico y miserable no podía estar más lejos de la realidad; porque, si bien es cierto que todos amamos de forma "similar", es cuando nos salimos del cliché, cuando respondemos a nuestras exigencias y no las de la sociedad, cuando nos despojamos de la razón ... Ahí es cuando entendemos que cada quien ama a su manera, cada uno da de lo que recibe, de lo que conoce, de lo que es.

Hoy puedo contar con sencillez que amo con locura y ñoñez, con entusiasmo por las pasiones desbordadas y cautela con las decisiones trascendentales; con precisión matemática (y algo psicorrigida) para los detalles para saber que decir o hacer en el momento justo, con libertad e impulsividad para vivir intensamente cada día.

Hoy llueve y estoy totalmente seguro de mi amor, de querer que cada instante se congele y jamás se pierda; estoy seguro que mi memoria no querrá modificar este sentir, que mi corazón (el órgano, no la idea preconcebida de los sentimientos) late más rápido con cada segundo que transcurre.

Hoy la lluvia en los tejados no opacará mi grito de nuevo, hoy puedo contarle al mundo con serenidad cuánto amo a Bogotá. 

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